Erizo en la niebla

10.03.2022

Hablar de animación muchas veces nos pone erróneamente a creer en un mundo enfocado solamente al ámbito infantil. Tradicionalmente ha sido ese el caso: la animación se mantuvo por generaciones a estar enfocada solamente a los menores de edad. Menores que encontraban en el mundo de la animación la protección del mundo real, de quienes sus padres tanto deseaban protegerlos.

Creo no equivocarme al considerar a esta entre las mejores animaciones que se hayan hecho en la historia. Recuerdo haberla visto de niño, más específicamente con 13 años. Verla y no haber entendido nada. Pero en esta animación creo haber encontrado un significado que había pasado desapercibido en su momento por mí, al ser tan solo un niño que no había vivido tanto como para entender el transfondo que ocultaba.

El personaje principal de este cortometraje es un erizo. Un día, de camino a verse con su amigo (un oso), se topa con un caballo en medio de la niebla. Lo desconocido en este cortometraje toma el aspecto de la niebla. La niebla es todo aquello que nos es ajeno. Aquello que no conocemos, lo que aún no hemos descubierto pero un día tendremos que conocer, porque pertenece al mundo real. Hay un antes y después de que Erizo cruza por la Niebla. Su mundo anterior, su infancia, se nos presenta como de una predictibilidad total. Su rutina es constante: verse con su amigo Oso, comer y ver las estrellas con él. Ve un caballo en medio de la niebla. Nunca antes lo había visto, y decide adentrarse hacia la niebla para contemplarlo mejor. Es ahí donde se topa con diferentes cosas que nunca antes había visto. Cosas que en un primer momento le dan escalofríos. Un mundo ajeno en el que se adentra: el mundo real.

Llega a verse con su amigo Oso, quien se nos deja en claro por su actitud que es aún un niño. Él aún no conoce sobre lo ajeno (o no tiene interés en conocerlo). Su amigo no sabe cómo funciona el mundo real, y por ende, es aún un niño. Él lo conoce (en la forma de la niebla), se ha adentrado a él, y ahora, no puede dejar de pensar en aquello que vio. Aquello que vio y que no es otra cosa que el mundo real. Aunque hable con su amigo Oso, ese mundo que conoció vive aún en su mente. Le ha generado un gran cambio. Ese cambio es aquello que se llama madurez. Es por ende que, creo no equivocarme al decir que este cortometraje es quizá uno de los que mejor evoca el paso de la infancia hacia la adultez. Ese paso que algunos nunca atraviesan, siendo de esa casta de niños eternos que nunca conocen en el fondo cómo funciona el mundo.

Un merecido 10/10.

Escribe: Ernesto Larrea

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar